Manolo, tu discurso de ayer y el excurso de hoy - en mi irrelevante opinión- , más que aclarar, enredan.
A Orlando Zapata la auto inmolación (por hambre voluntaria), “ipso facto” y con semejantes mimbres, no le limpia su (presunto) pasado de delincuente común y (presunto) pendenciero, ni tampoco le convierte en apóstol ni en mártir de una causa que (supuestamente) no supo o no tuvo siquiera tiempo de explicar, ni tampoco en héroe para las barricadas. Hay demasiadas sombras e intereses merodeando, enturbiando y envolviendo este caso.
Una premisa falsa jamás de los jamases alumbró conclusión verdadera. Y puede que, aquí, el fin trate de justificar los medios. Una o dos dudas razonables, en el presente caso, no sobran. Acto seguido, he de añadir, sin embargo, que su muerte temprana, ciertamente, nos formula incómodas preguntas. Y yo, de momento, por respeto al muerto y también a mí mismo, me niego a responder en alto a las desfachateces de instigadores y enemigos de oficio.
A mí Cuba me duele.
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