
dadme cobijo en invierno. Arda leña en mi cocina como anticipo del sueño y entre un credo y un rosario caiga afuera un aguacero. Quiero la luna rielando entre el Son y Corrubedo, quiero la nube que tapa a Montelouro en invierno. Dadme suradas lluviosas, dadme los nordestes secos, dadme el sol de los veranos, dadme los fríos de Enero. Dame, Dios, mi hermosa tierra, dame, Dios, mi viejo techo, dame mi piedra de lar, la tertulia con mis viejos y el "boas noites" de ley Pongan en mi acera gris una losa como asiento. Que yo, sentado en la losa, repasaré mis recuerdos. Vengan, pues, amigos todos, vengan jóvenes y viejos. Acudan para abrazarme mis queridos compañeros. Compañeros de la vida, de la escuela y los rueiros. ¡Cómo no querer lo mio!, ¡cómo no querer lo nuestro!, si lo que el pueblo me dio, es lo que tengo de bueno. "¡COMPANEROS DEL ALMA!, ¡COMPAÑEROS!" (Manuel da Roura) Nota: El último verso se lo pedí prestado a Miguel Hernández. Yo lo pongo en mayúsculas. |