Abrigaba el hombre un sueño
y en aquel sueño abrazaba
la causa que le abrasaba
el corazón como leño
crepitante en alcazaba.
Tenía ardiente el empeño,
tenía el alma empeñada,
tenía puño y espada
y el sentimiento risueño
transferido a su mirada.
De cuanto Chávez tenía
todo lo invirtió en sendero,
pues su valor verdadero
acrecentó plusvalía
abriendo surco al granero…,
y el granero en alcancía
hace el adiós llevadero.
(Rioderradeiro)
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