Plaza de los rastrojos,
mientras en el árbol
se duerme la iguana,
seis o siete gatos,
pisando la grama,
van en procesión
detrás de una gata.
Unos cuantos perros
de plebeya casta
se miran, se lamen,
se huelen y ladran.
Al pie del columpio,
sentada en la tabla,
en ensoñaciones
de tiempos que pasan,
la vieja revive
sueños de muchacha:
Son evocaciones
de cuando chavala
su aprendiz de novio
la balanceaba:
Columpio de ensueños
que suben y bajan,
un pájaro negro,
hurgando la grama,
picotea el suelo
entre la hojarasca,
y los niños gritan
detrás de las matas:
"¡A que no me ves!,
¡a que no me agarras..!"
Así pasa el tiempo
por aquella plaza:
Pájaros volando,
mujeres cansadas,
niños gritadores,
dormidas iguanas,
y en las adyacentes
los carros que avanzan,
unos detrás de otros
van contando cuadras.
La vieja se queda
sin decir palabra
y sus ojos turbios,
mirando la tabla,
reviven vivencias
de cuando muchacha
el novio ¡tan bello!
la balanceaba.
(Manuel da Roura)
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